Deseo bailar, dejarme llevar y sentir como la música invade mi cuerpo y acaricia mi piel; lo sacude, lo hace explotar y el cúmulo de sensaciones sale por los poros y produce un suave escalofrío. 
Siento como las sensaciones toman el control y el nudo en mi garganta se hace presente, me muevo al ritmo sensual de Sia y tengo ganas de gritar. 
Cierro los ojos y suavemente se estiran mis brazos, tomando formas de siluetas extrañas, que lentamente se convierten en un lenguaje poco común en está habitación; a media luz, sin más ojos curiosos que los tuyos. 
Siento tu mirada, el modo en que me observas en silencio y el deseo por tocarme... sin embargo me permites continuar, dejas que el momento y la música me posea. 
No hay palabras, no hay pasos o movimientos incorrectos, solo sensaciones, la música a todo volumen y las lágrimas que corren por  mis ojos mientras estallo en un grito ahogado, mudo, callado. 
Abro los ojos y estoy frente a ti, mientras me acerco, acaricias mis caderas con la yema de los dedos, me llevas a tu regazo e inhalas el sutil aroma a gel de baño como si fuera la más dulce de las fragancias. Tus dedos recorren mi espalda mientras me arqueo y doy un suave beso en tu cuello. 
La misma canción se repite una y otra vez. 
Me levanto, me alejo y no quiero que el momento termine; no quiero dejar de moverme. Hoy me siento hermosa, deseada; nunca me había sentido así. Estiro mis piernas, cierro los ojos y nuevamente me dejo llevar, giro, una y otra vez mientras mi cuerpo se vuelve una extensión de las voces, los acordes y los sentimientos. 
Seguimos sin cruzar palabra, no hay necesidad; no juzgas mis imperfecciones o mis movimientos arrítmicos. 
Mientras arqueo mi espalda y estiro mis brazos, siento tu presencia tras de mí, te unes a mis movimientos y tus labios apenas rozan mi cuello, puedo sentir el compás de tu respiración; anticipó el camino que trazan tus manos por mi cintura, mi abdomen y cómo suben hasta mi clavícula. 
Mientras nos volvemos uno con los movimientos acompasados se detiene el tiempo, me dejo llevar y me fundo en ti, en una burbuja de emociones, dónde no hay mundo ni pensamientos más allá de esté momento. 
Un baile sin fin, donde cada roce de tu piel se mezcla con los acordes y el llanto de la música en una mezcla sublime.
Trazos invisibles. Mis pies descalzos acarician el piso de madera, formando círculos y figuras extrañas; doy un paso en falso y la adrenalina me amenaza, pero la firmeza de tus brazos me reclama, me siento segura y continuamos la danza. Abrazo tu dorso con mis piernas mientras siento la fuerza de tus manos en mis brazos, la respiración se acelera y ... la música se detiene, puedo escuchar mi respiración entrecortada, el pulso acelerado y el color en las mejillas. Mientras me familiarizo con mi entorno caigo en la cuenta que estoy rodeada de máquinas, en un ambiente hostil y es un día como cualquier otro.


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