Son las 7 menos 5 de la mañana. Se mueve lentamente y la verdad es que hoy no quería abrir los ojos. El contacto con el agua fría de la regadera la pone alerta, es momento de entrar a la piscina; se sienta en la orilla y se lanza sin analizarlo mucho tiempo. Las corrientes de agua helada acarician su cuerpo; la sensación no siempre es placentera, y se ve obligada a intentar moverse sin pensarlo demasiado. Da una respiración que parece más una bocanada debido al cambio drástico de temperatura; pero continua, piensa que quizá a la tercer o cuarta vuelta logre alcanzar algo de calor. 
Respira, respira una y otra vez y no deja de moverse. Brazada tras brazada va vaciando la mente, siente el movimiento de sus piernas y la fuerza en el abdomen, el empuje de cada brazada y vuelve a respirar. 
Inmersiones; cerca del fondo, mira hacía arriba y sólo ve el azul profundo; la fuerza del agua la mantiene suspendida en el medio, se agota el aire y se esfuerza por salir a respirar. Qué hacer cuando la vida te atrapa con el coraje del agua? Cuándo ya no puedes respirar? Cuándo no alcanzas la salida? Te quedas observando la vida y dejas que te lleve al fondo? 

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